vendredi 6 octobre 2017

Un caldero en la isla de Tabarca y otras aventuras alicantinas


Supongo queridos lectores que todos conocéis, al menos de oídas, la isla de Tabarca. La isla de Tabarca está a unas once millas marinas del puerto de Alicante (nótese, por favor, con que propiedad escribo. "Millas marinas", nada de la vulgaridad de hablar de kilómetros). Pues bien, este mes de septiembre de 2017, tuvo lugar un singular acontecimiento: una reunión de blogueros organizada por la sin par Viena, de "Sabores de Viena". Gran amiga, con la que tengo una relación, digamos, "epistolar", aunque lo propio sería decir "blogar" desde hace varios años, amén de haber estado en otra reunión que organizó en su casa de San Vicente del Raspeig en 2011. Acudieron otros excelentes amigos y blogueros, como el Oteador de los mercados de "la cuchara curiosa" y la gran Carmen Mendoza Cámara, de "Saborearte entusiasma".

La isla, como podéis ver, es bien chiquita. Mide 1,8 Km de largo (esta vez si hablo de kilómetros, la vida es así) por cuatrocientos metros de ancho. Es la única isla habitada de la Comunidad valenciana. En tiempos históricos se la llamó "isla plana", pero su nombre actual, cuentan los listillos que viene de una emigración de colonos genoveses que vinieron en 1770 procedentes de la Tabarka original, que está en Túnez.




Pero en fin, oye, que ya está bien de rollo culterano, me vais a decir. Pues vale. Os cuento que un servidor llegó el día anterior por la noche y se alojó en el hotel Eurostars, que está al lado del Ayuntamiento de Alicante. Véase la vista que tenía de mi terraza:



No está mal ¿eh?. Bueno, pues la mañana de autos, la mañana del día siguiente, me dirigí, según instrucciones de Viena, al muelle de donde sale el barco para Tabarca. Cuál no sería mi alegría, cuando me di cuenta que no estaba solo, que mis amigos blogueros también llegaban en ese momento:




Carmen, Isabel, Puri (Viena), Joan (Oteador de los mercados) y Gonzalo. Y nada, al barco. Una hora hasta Tabarca:


Fascinante singladura, movidos por las sueves olas de un Mediterráneo tranquilo y acogedor (todos sabemos que a veces se puede poner muy cabrón, pero no esta vez) y un cielo de película. (Nota: la rubia de la foto no era de la expedición, pero queda muy bien en ese contraluz mañanero)



Y, por fin, Tabarca. Emoción. Tal vez debería contaros, queridos amiguetes, que tras haber estado en Alicante cientos de veces, era la primera vez que un servidor iba a poner sus pies en la isla.




La isla, como podéis ver en el plano que os he puesto más arriba, tiene una pequeña ciudad amurallada dedicada a San Pablo, porque según la leyenda, desembarcó aquí hace bastantes, pero bastante años.




El aspecto es totalmente mediterráneo, con casitas bajas, palmeras, algunas tiendas de souvenirs (que, alabado sea San Pablo, no se llaman "Ibiza")




Parece una isla griega, aunque más tranquila: no hay coches, ni motos, ni motocarros. Ni siquiera bicicletas. En una hornacina dedicada a la virgen, se puede ver una leyenda en la lengua que trajeron los emigrantes genoveses: en ligur, la lengua de Liguria, hoy día desparecida de la isla. La gente habla valenciano o castellano:




Una pequeña playa:



Pero, sobre todo, a Tabarca se viene a comer caldero. El famoso caldero de Tabarca. Nosotros fuimos a un restaurante al lado de la playa que había reservado Puri (Viena), "la Gloria", excelente. Como entrantes, un pulpo que podría ser elevado a los altares: cocido y luego frito. Inolvidable:



Y unos mejillones que hasta un belga tendría que admitir que eran soberbios:


 

Y, por fin, el caldero. El caldero, que Viena ha decrito en esta entrada de su blog (pinchad aquí, gurriatillos) se sirve en dos partes. Un primer plato, con el pescado, patatas y la salsa con la que sa ha cocinado:



Y un segundo con el arroz:


Véase como queda el arroz de suelto y jugoso:


Quedamos contentos, ahitos y felices, aunque casi no pudimos terminarnos el arroz. Consejo: Si váis a Tabarca, pedid caldero para, al menos, dos personas menos de las que formen el grupo. Las raciones son enormes. Eso sí, es buenísimo.

Tuvimos que caminar durante al menos una hora para bajarlo. Luego, nos fuimos a coger (Carmen y Gonzalo lo agarraron) el barco de las seis, que es el último que sale para Alicante. Otra vez, mecidos por las olas, digerimos el arroz, viendo Alicante en la distancia:


Y  por la noche, por si teníamos hambre, Puri (Viena) nos llevó a comer unas raciones de queso en Alicante: "la cave à fromage". Vino, cervezas artesanales, queso, patés, crêpes... Otra elección magnífica:



Mientras mis colegas probaban las cervezas artesanales yo pedí vino tinto (uno es un vicioso). El jefe me preguntó : ¿Cuál prefieres? y yo, inocente de mí, dije "somontano, ribera, monastrell, etc". Chasco, solo tiene vinos franceses. Total, me trajo un "Costières de Nimes" a recordar. Lo buscaré en Bruaselas.

He aquí a los blogueros contentos y felices:


Y los quesos que nos trajeron. Con una mermelada de melón que estaba rica, rica, rica



Fue un dia inolvidable. De verdad. Puri (Viena) dice que quiere organizar un fin de semana entero en Tabarca (hay un hotel). Que cuente conmigo si las fechas convienen. Besotes a todos, colegas.

Pero, bueno, todavía me quedé una mañana más en Alicante, así que fuí al Mercado Central:




Ahí, una amable vendedora de vinos me recomendó un  Monastrell alicantino, "Tarima" que tiene 91 puntos en la guía Parker




Lo compré, y, aunque no creo mucho en la guía Parker, tengo que reconocer que es excelente. No os lo perdáis. No creo que se encuentre fuera de Alicante




Besotes, amigos, me voy a cenar